viernes, 21 de septiembre de 2012

Novedades - Bob Dylan - "Tempest" (2012)


Como el último de los outcast de la historia norteamericana, Bob Dylan es el inagotable poeta forzado a convivir con su leyenda. Por eso cada nuevo álbum, cada uno de sus movimientos creativos, sigue generando lecturas y especulaciones a mansalva. Aunque haya cruzado más puentes y conquistado más horizontes que ningún otro artista de su generación, su numerosa parroquia de fieles sigue examinando con fervorosa atención aquello que todavía pueda entregar al mundo, confiados en que a Robert Zimmerman le quedan rostros por desenmascarar. Los interrogantes se suceden: ¿Qué nos habrá querido decir ahora? ¿En qué se convertirá este nuevo álbum con el tiempo? ¿Qué alcance tendrá en su legendaria carrera? ¿Cuáles son sus contradicciones? ¿Qué visión del mundo nos propone? ¿Qué emociones y aprendizajes, qué resonancias y conclusiones podemos extraer de los diez nuevos temas de Tempest?

Las primeras especulaciones versaron sobre la cualidad testamentaria del álbum. ¿Será su última creación? Pero este tema ya se ha convertido en tópico, álbum tras álbum -y ya van cinco-, desde que publicó su obra maestra Time out Mind (1997), después de cuya grabación ingresó en el hospital con alto riesgo de muerte. Sobrevivió. Desde entonces, la verdad, ningún otro disco ha sonado tanto como una despedida final, como un pacto con la muerte anunciada ("I'm walking through streets that are dead [Voy caminando por calles muertas]", comenzaba el álbum). Pero dado que William Shakespeare tituló su última obra The Tempest, las alarmas que se dispararon parecían llevar algo más de lógica en sus entrañas. Para sorpresa de todos, el propio Dylan hizo algo que nunca suele hacer: cerrar un misterio. Salió al paso de las especulaciones y dijo que Shakespeare tituló su obra con el artículo por delante ("the"), cosa que él deliberadamente no hizo precisamente para evitar falsas asociaciones.

Si no incluimos recopilaciones, bootlegs, directos y colaboraciones con otros artistas (de donde sin embargo procede gran parte de sus trabajos más estimados), Tempest es el número 35 de los álbumes de estudio de Bob Dylan, que este año ha cumplido medio siglo de carrera profesional, desde que debutara en 1962 con Bob Dylan. A sus 71 años de edad, no le queda nada que demostrar -"I ain't looking for nothing in anyone's eyes [Ya no busco nada en los ojos de nadie]", cantaba hace quince años-, tampoco hay nada que pueda fracturar el mito o quebrar su leyenda -circunstancia que sin duda le garantiza la más plena y consciente de las libertadas creativas-, pero sí parece tener aún mucho que expresar, mucho rock y mucho folk y mucho blues que rasgarle a su voz: cavernosa, autoritaria, profunda, cansada, furiosa, dulce, sabia. Suma y compendio del cementerio de yoes que arrastra: el trovador, el profeta, el rock star, el misfit, el artista que ha escapado (¿intacto?) de todas las fuerzas culturales y energías políticas que han querido distorsionarle o poseerle.

El primer consejo que nos lanza este hombre libre desde Tempest es la necesidad de escuchar: "Listen to that Duquesne whistle blowing! / Blowing like it's gonna sweep my world away [Escucha el sonido del silbato del tren de Duquesne (Pittsburgh, USA) / Soplando como si fuera a barrer mi mundo]". El silbido que se anuncia como un eco del pasado, pero que se transforma en el estrépito del mundo que hoy habitamos, y que bien pudiera llevárselo por delante. Duquesne Whistle es un buen single para prender la antorcha de un magnífico álbum. Es un tema sólido y juguetón, con el impulso del rock que sabe de dónde procede y al que no le importa poner sus orígenes al descubierto, mostrar su corazón. Su comicidad y su tragedia, su ternura y su violencia quedan representadas en el video-clip que ha filmado para la ocasión, dirigido por el australiano Nash Edgerton, donde Dylan se pasea con un grupo de "malotes" por las calles de una ciudad donde el amor es pisoteado y no hay lugar para la piedad. ¿Será ésta la tempestad de Bob Dylan? ¿El sonido del tren que puede borrarle del mapa?


 Bob Dylan es un autor de creatividad inagotable, pero también un historiador, un erudito que ha estudiado a conciencia los mitos, la historia y los sonidos que han constituido la música popular de América: folk, country, swing, rythm&blues, rock, gospel, jazz, etc. En el imprescindible ensayo Dylan in America, Sean Wilentz ha relatado con lucidez y emoción el fundamental papel que el arte de Bob Dylan, con sus manifiestos altibajos, ha jugado (y sigue jugando) en la historia de la cultura popular norteamericana. El sonido del trovador que no descansa (en gira ininterrumpida desde 1989, 150 conciertos al año de media, y sin parar de componer) ha transitado en las últimas décadas bajo el infliujo de la música popular -cuyos orígenes sublimó en los álbumes acústicos Good As I Been to You (1992) y World Gone Wrong (1993), versiones en crudo de temas tradicionales, entre ellos el primer 'blues' del que se tiene conocimiento, Delia- y en búsqueda de una producción propia capaz de reproducir las atmósferas del pasado y evocar la tecnología del presente.

Un hombre fue clave en esta última pesquisa: el productor Daniel Lanois, alquimista del resurgimiento de Dylan a principios de los noventa. Si bien la relación entre Dylan y Lanois fue muy complicada, un infierno que ambos tuvieron que atravesar entre fuertes desaveniencias, el sonido de Oh, Mercy (1989) ha tomado la forma de una piedra fundacional, que aún sostiene su música, la que él mismo produce bajo el seudónimo Jack Frost. Podemos escuchar esos sonidos en varios momentos del álbum, donde en apariencia los temas pares son más poderosos que los impares, ordenados para mi gusto en extraordinaria armonía. Pero no parece haber un estremecimiento, un aire común a todos ellos -como había en Time Out of Mind, sin duda, o en Blood on the Tracks (1975), o en Desire (1976) y New Morning (1970)-, no hay algo que los ate más allá de la irrepetible voz de Dylan.

La tempestad de Dylan es quizá ahora la de la tormenta de sonidos y el torrente de historias que se apropia de sus temas, que recicla y sobreescribe y destila hasta su esencia, y que no tienen nada que envidiar a los de Love & Theft (2001) o Modern Times (2006). Pero al lado de estos álbumes, Tempest sí parece una aglomeración de títulos menos enfocada, vagando todos ellos como puntos sin fuga alguna. Tempest es tan políglota musicalmente hablando y tan dispersa en términos narrativos como lo era Together Through Life (2009), si bien también es un disco que respira menos nostalgia, que parece mirar hacia un futuro más brillante, que desde luego es menos romántico y, sobre todo, que tiene mejores canciones.

Soon After Midnight es una de ellas. Pieza corta y delicada, es el único tema romántico que podría competir en ternura con las historias de amor truncado tan presentes en sus trabajos más inmediatos, en la línea del memorable Shooting Star. "It's soon after midnight / and I don't want nobody but you [Es más allá de la medianoche / y no quiero a nadie más que a ti]". Son prácticamente las únicas líneas de candor amoroso que se permite en un állbum donde narra con tintes épicos y cadencias irlandesas el hundimiento del Titanic (Tempest), acaso su verdadera tempestad, el relato de un mundo que se hunde "in the deep blue sea" (versos de Shakespeare), hibridando la historia real con el romance de amor eterno y el espectáculo de James Cameron.

Regresa en Tempest el fervor del gran contador de historias que siempre ha sido Dylan. Las canciones convocan un mundo habitado por políticos corruptos, prostitutas y drogadictos, señoras y esclavos, nobles y pendencieros, asesinos y amigos traicioneros, relatos de pasión y perfectos objetos de deseo. A relatos épicos como el de Tempest, de 14 minutos de duración (un tema colocado como si fuera el iceberg del disco), con toda su prosa torrencial y astutamente rimada, se suman los cuentos no menos titánicos de Scarlet Town y Tin Angel, grandes, poéticas epopeyas de lugares y hombres 'bigger than life', leyendas orales que combinan realidad y fabulación, y que nos devuelven al mejor contador de historias de la música americana, con su perfecta caracterización de personajes, sus incontables tramas y acerados diálogos. Narraciones dramáticas que no quedan lejos de excelentes épicas como Joey, Highlands o Red River Shore.
  
El espectro de Lanois está bien presente en estos temas, si bien la capa de solemnidad, el aroma de elegante distinción del nuevo repertorio, no puede acallar cierto espíritu pop, una levedad vigorosa y una perpetua sonrisa sumergida en cada canción. No son gratuitas las explícitas referencias a los Beatles, en convivencia con esa moderada energía rock que no desaparece del álbum, tan sólida en Narrow Way y en Early Roman Kings, donde establece paralelismos entre los reyes romanos y los poderosos de hoy, donde las guitarras vibran y la voz de Dylan se agita con la gracia y firmeza de un blues cantado por Muddy Waters o el rugido de Howlin' Wolf.
 Dylan se abre paso a través de su tormenta con una creatividad que no se agota, que no teme adentrarse en nuevas tempestades. Ese impulso semi-experimental florece en un tema tan excéntrico como Long and Wasted Years, donde el autor se dirige a una mujer a la que quiso hace mucho tiempo, y a quien escuchó en sueños decir cosas por las “que debería ir a la cárcel”. “Too much tears for all these long and wasted years [Demasiadas lágrimas para todos estos años largos y desperdiciados]”. La socarronería, el cinismo, el desencanto, el espíritu burlón de este tema nos recuerda al Dylan más desprendido y jactancioso, el que nos llega hasta hoy desde Don't Think Twice, It's All Right, y también el cantante que es capaz de dar con el ritmo exacto de unos versos imposibles: “I wear dark glasses to cover my eyes / the secrets of the man I can't disguise / Come back baby / Did I ever hurt your feelings? / I apologize [Llevo gafas oscuras para cubrir mis ojos / y los secretos del hombre que no puedo disfrazar / Vuelve, nena / ¿Alguna vez herí tus sentimientos? / Te pido disculpas]”

La tensión, la verdad de sus letras, poemas rumiados como si fueran conversaciones mundanas, son ya una garantía en los temas del bardo de Minessotta. Su música es su mejor autorretrato. La ambigüedad de su espíritu en tiempos tan inciertos parece bastante alejada del extraño optimismo, probablemente irónico, con el que dio la bienvenida al presidente Obama en 2008, en un concierto en su tierra natal. Se dirigió al público y dijo: "Nací el año año en que Pearl Harbour fue bombardeada y he vivido en un mundo oscuro desde entonces. Parece que ahora las cosas van a cambiar". Canta en Pay in Blood, una de las canciones más intensas del álbum: "How I made it back home / nobody knows / How I had to survive / so many blows / I've been to hell / What could have you do? / You bastard / Am I suppose to respect you? [¿Cómo regresé a casa? / Nadie lo sabe / ¿Cómo tuve que sobrevivir / a tantos golpes?/ He estado en el infierno / ¿Qué podrías haber hecho? / Bastardo, ¿se supone que debo respetarte?]".

Siempre encontramos algunas claves del Dylan de su tiempo en cada uno de sus álbumes, esta vez desparramados como cuentos y señales. Incluso en su álbum anterior, el disco navideño Christmas in the Heart (2009), era posible bucear en el estado del alma del joven anciano que es Dylan. No están ausentes tampoco los rasgos de genialidad del poeta que nos soprende con versos irrepetibles, enormemente evocadores - "I've paid in blood / but not my own" [He pagado con sangre / pero no con la mía]"-, si bien es el Dylan-intérprete el que nos hace comprender una vez más que es inseparable del Dylan-autor, que en el valor artístico de cada tema tiene tanto peso el cómo se canta (el modo en que Dylan lo hace) como el qué se canta.

Este dependencia autor-intérprete es más manifiesta en unos temas que en otros, obviamente. Y desde luego lo es, acaso más que en cualquier otro de los temas incluido en Tempest, en la despedida del álbum, una suerte de oración a la memoria -la luz- de John Lennon que nos conmueve como lo hace porque es Bob Dylan -su querido amigo- quien lo canta, y por supuesto por el modo en que su voz se deshace, se agrieta, se empapa de afecto. Roll on, John arranca suavemente con una cadencia de guitarra prácticamente exacta a la de Forever Young, para transformarse luego en el más hermoso y conmovedor epitafio, la carta de amor de Bob Dylan a John Lennon, con quien hoy compartiría la misma edad y acaso se sentiría menos solo: "Shine your light / Move it on / You burn so bright / Roll on, John [Alumbra tu luz / sigue moviéndote / brillas con tanta fuerza / Roll on, John]. Roll on, Bob, a través de las tempestades.

Fuente: www.elcultural.es

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Novedades - Robert Cray - "Nothing but love" (2012).


El nuevo disco del distinguido guitarrista es realmente bueno. Las canciones hablan sobre amor, y muchas de las situaciones complejas que eso trae aparejado: rupturas, desengaños, soledad. Won’t be coming home, Sadder days, Fix this y I'll always remember you, son algunos de esos ejemplos. La voz de Robert Cray suena atrapante y seductora, su guitarra está más pura que nunca y las melodías souleadas son un placer. Lo acompañan sus fieles laderos: Richard Cousins (bajo), Tony Braunagel (batería) y Jim Pugh (teclados). En algunos temas se suman los vientos a cargo de Lee Thornberg. Si bien el álbum está en la línea de “This time”, su último registro de estudio de 2009, aquí la producción corre por cuenta de Kevin Shirley, el responsable de algunos de los discos de Joe Bonamassa solista o junto a Black Country Communion. Los fanáticos de Robert Cray van a escuchar “Nothing but love” sin parar y los demás lo van a disfrutar muchísimo, porque es música sentida interpretada por un verdadero maestro. Y no se pierdan el bonus track, una aguerrida versión en vivo de You belong to me.
Robert Cray es un guitarrista y cantante de blues y soul nacido en Columbus (Georgia), Estados Unidos.
En 1980 sacó su primer álbum: "Who’s Been Talkin", pero no alcanzó la fama hasta que grabó "Strong Persuader" en el año 1986. Ese mismo año grabó junto a Stevie Ray Vaughan y a Eric Clapton, "Live Ballads In Dallas".
A partir de entonces es considerado uno de los referentes del blues actual junto con Eric Clapton, BB King y otros.
Entre sus álbumes con mayor éxito se incluyen "Some Rainy Morning" (1995), "Take Your Shoes Off" (1999), "Time Will Tell" (2003), y "Twenty" (2005).
Ha participado en importantes festivales como Croosroad Guitar Festival o Montreux Jazz Festival.
Lista de canciones:
01. Won't Be Coming Home (04:51)
02. Worry (04:22)
03. I'll Always Remember You (04:22)
04. Side Dish (03:29)
05. A Memo (04:40)
06. Blues Get Off My Shoulder (03:13)
07. Fix This (04:41)
08. I'm Done Cryin' (08:53)
09. Great Big Old House (05:39)
10. Sadder Days (05:02)
11. You Belong To Me (Bonus Track) (05:04)



domingo, 2 de septiembre de 2012

Estilos - Texas Blues


El Texas Blues es un género de la música blues. A pesar de tener variaciones en su estilo, suele interpretarse con un más énfasis en el swing que otros estilos de blues.
El Texas blues difiere de otros estilo, como el Chicago blues, en la utilización de instrumentos y sonidos, especialmente en el uso intensivo de la guitarra. Músicos como Stevie Ray Vaughan contribuyeron a este estilo utilizando varios tipos de sonidos de guitarra, como la guitarra "slide" y diferentes melodías del blues y del jazz; este estilo utiliza también solos de guitarra eléctrica a modo de enlace en las canciones.

El Texas Blues nació en los primeros años de la década de 1900 entre los afroamericanos que trabajaban en las refinerías de petróleo, ranchos y campamentos madereros. En la década de 1920, Blind Lemon Jefferson innovó el estilo utilizando una improvisación basada en el jazz y el acompañamiento de una guitarra; la influencia de Jefferson definió claramente este estilo e inspiró a intérpretes posteriores como Lightnin' Hopkins y T-Bone Walker. Durante la Gran depresión, en la década de 1930, muchos intérpretes de blues se trasladaron a ciudades como Galveston, Houston y Dallas. Fue, desde esas ciudades, donde aparecieron nuevos intérpretes, incluyendo al guitarrista y cantante de gospel Blind Willie Johnson y la legendaria vocalista Big Mama Thornton. Las compañías discográficas Duke Records y Peacock Records fueron las más importantes dentro del Texas blues en aquella época.
En la década de 1960, la industria del blues se trasladó al norte de los Estados Unidos, reduciéndose así la importancia de Texas en el género del blues. Texas volvió a recobrar protagonismo en la década de 1970 cuando se desarrolló el blues rock tejano, liderado este estilo por ZZ Top y The Fabulous Thunderbirds, marcando así el resurgir de la importancia del Texas blues, hecho que motivó la aparición de músicos como Stevie Ray Vaughan y el traslado de la capital del blues de Texas hacia Austin.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Silvio por Benedetti


Por muchas razones, y hasta sinrazones, Silvio Rodríguez es un cantante fuera de serie. Cofundador, con Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente Feliú, Eduardo Ramos, Sergio Vitier (y aunque nadie sabe quién la bautizó así) de la Nueva Trova, ha aportado su indudable prestigio a un movimiento que revitalizó la canción cubana y la catapultó en el plano internacional. No obstante, aún dentro de un núcleo tan fermental, con el que siempre se sintió plenamente identificado, Silvio es un talante inconfundible.

Curiosamente, su voz no es cálida ni grave ni particularmente seductora, sino más bien aguda, de un timbre casi metálico y sin embargo frágil. Al escucharlo, uno llega a temer que en cualquier momento se le quiebre, y ese riesgo ( que en su caso no es deliberadamente buscado sino más bien lo asume como algo irremediable) también forma parte de su extraño atractivo. Con características que en cualquier otro cantante serían anticarismáticas, Silvio funda precisamente su carisma. Quizá el secreto resida en que siempre transmite una gran sinceridad, una honestidad a toda prueba, un no aparentar lo que no es, y, en estos tiempos de famas prefabricadas, de engendros de la machacona y mistificadora publicidad, esa actitud, a la que el público accede sin intermediarios, significa una bocanada de aire fresco en un ámbito, como el del espectáculo, por lo común tan especulativo como artificial. 
Salvo en casos excepcionales, Silvio es autor de la letra y la música de sus canciones. Como en los ejemplos de Pablo Milanés, Chico Buarque. Viglietti, Serrat, Aute y no muchos más, esa doble autoría otorga a sus producciones una unidad esencial. Sean o no el resultado de un desarrollo paralelo, letra y música aparecen como gemelas (jimaguas, diría en Cuba), copartícipes en el acto de la parición. Fundamentalmente, las letras de Silvio, sobre todo las que crea a partir de una duramente adquirida madurez, tienen un nivel textual tan afortunado que (algo no demasiado frecuente en los cantores populares) conservan su validez política aun sin el básico soporte de la música. Alguna vez he sostenido, y su trayectoria posterior corrobora ni diagnóstico marginal, que Silvio es un poeta que canta, y más aun: que es uno de los poetas más talentosos de su generación.

Siempre recordaré como conocí a Silvio y a Pablo en La Habana, allá por el año 1966. Era mi primera visita a Cuba. Unos amigos me habían invitado a cenar en su casa y me anunciaron que más tarde vendrían dos cantantes muy jóvenes, todavía casi desconocidos. Por fin llegaron con sus guitarras y cantaron cinco o seis canciones cada uno. Tuve la rara sensación de que asistía a un viraje importante de la canción cubana: por un lado estaba presente la tradición trovadoresca, y por el otro una propuesta asombrosamente innovadora, que transformaba, enriqueciéndolos, los ritmos heredados e insertaba en las letras un sentido tan comunicativo como el de la poesía conversacional, entonces en pleno desarrollo en América Latina. Varios años después, escuchándolos de nuevo en textos y música de más rigurosa factura, les pedí que cantaran aquellas letras primigenias que les había escuchado en el 66. Pero no las recordaban. Lo cierto es que en ese lapso habían creado tan frenéticamente nuevos cantos, que aquellos iniciales, tan importantes para mí, habían sido cubiertos por su propio olvido.

El mayor compromiso (palabra hoy tan subestimada por la dejadez postmodernista) de Silvio es con la vida, a la que no canta de lejos sino metida en ella hasta en los tuétanos. Participando en la campaña de alfabetización, embarcando hasta África en el barco pesquero Playa Girón, empuñando un fusil para defender su Revolución, arriesgando su vida en Angola, cantándole al amor desde el amor, aprendiendo a tratar de igual a igual a las mujeres de su vida, creciendo con sus hijos, la trayectoria de Silvio es el hilo conductor de su canto, y cuando los públicos, leales y fervientes, de cualquiera de los tres mundos, lo aplauden con denuedo y naturalidad, no sólo están premiando su arte, también su coherencia, su fidelidad a la Revolución y a sí mismo, su capacidad de trabajo y su rigor, su calidad humana. Silvio nunca será un mito; no viaja con su pedestal a cuestas. Sus públicos lo saben y tal vez por eso lo tratan como a un querido y sencillo compañero, que les canta y les dice las felicidades y las desdichas que ellos también quisieran cantar y decir tan entrañablemente como él.
Mario Benedetti

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!

Poner en ella por ejemplo
un grillo, un barco sin velamen, y una espiga
sobrantes de lujuria, algún milagro
Y un folio rebosante de noticias

Poner un verde, un duelo, una proclama,
dos rezos, y una cábala indecisa
El cable que jamás llegó a destino
Y la esperanza pródiga y cautiva

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!

Poner en ella por ejemplo un tango
que enumerara todos los pretextos
para apiadarse a solas de uno mismo
y quedarse en el borde de otro sueño

Poner promesas como sobresaltos
Y el poquito de sol que da el invierno
y un olvido flamante y oneroso
y el rencor que nos sigue como un perro

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!

Poner en ella por ejemplo un naipe,
un afiche de Dios, el de costumbre,
el tímpano banal del horizonte
el reino de los cielos y las nubes

Poner recortes de un asombro inútil,
un lindo vaticinio de agua dulce
una noche de rayos y centellas
y el saldo de veranos y de azules

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!

Pero en esta botella navegante,
sólo pondré mis versos en desorden
en la espera confiada de que un día
llegue a una playa cándida y salobre

y un niño la descubra y la destape
y en lugar de estos versos halle flores
y alertas y corales y baladas
Y piedritas del mar y caracoles

El mar es un azar
¡Qué tentación echar una botella al mar!

(Mario Benedetti).