Joe Bonamassa se ha destacado por, además de un
talentosísimo guitarrista, ser un músico prolífico. El tipo no se detiene y
constantemente está inmerso en diversos proyectos. Alguien pudo haber pensado
que esto de alguna forma podría pasarle la cuenta al norteamericano, pero los
hechos demuestran lo contrario. Joe Bonamassa está recorriendo, desde hace
algunos cuantos discos atrás, la curva más alta en lo que va de su carrera.
Pareciera ser que el músico ya no conoce alturas menores.
The Ballad of John Henry (2009), Black Rock (2010) y Dust
Bowl (2011), este último recientemente acreedor de un Blues Music Award en la
categoría de Mejor Disco de Blues Rock, son una trilogía sólida y alucinante.
Es de alguna forma gracias a este superlativo trío de álbumes, que Joe
Bonamassa se encuentra bordeando la cima del Blues Rock mundial.
Es innegable que Stevie Ray Vaughan es el motivo principal
por el que en la actualidad existan tantos exponentes de Blues Rock, algunos
que no son más que una copia descarada y desvergonzada, y otros que en sus
canciones mantienen algunos vestigios sonoros del malogrado genio guitarrista
de los ‘80. Bonamassa fue sindicado como uno de los candidatos a ser el SRV de
los tiempos actuales. Lo cierto es que está mucho más cercano a ser quien tome
el relevo para poblar el vacío dejado por la muerte de Gary Moore, antes que cualquier
otra cosa. No es sorpresa para nadie que Joe se nutrió mucho de los sonidos del
British Blues y eso es algo que en su música se nota a primera escucha.
"Driving Towards the Daylight" está dentro de lo más blusero
que Joe haya lanzado en el último tiempo. Es un álbum que en once canciones
exuda Blues Rock a destajo, sin excusas ni disculpas. Desde el genial inicio
junto a Dislocated Boy hasta el término de la placa con la potente Too Much
Ain’t Enough Love, con la colaboración de Jimmy Barnes, es un tránsito
constante, aunque sin demasiadas sorpresas, entre los salvajes y alucinantes
solos de guitarra, a los que nos tiene acostumbrados Bonamassa, y efectivos
riffs.
Los covers siempre han estado presentes en los discos de Joe
Bonamassa y Driving Towards the Daylight no es la excepción. Stones in my
passway de Robert Johnson suena genial y demuestra la soltura con la que
Bonamassa se condiciona a la esencia estructural y melódica de la canción,
Whose Been Talking, original de Howlin’ Wolf, inicia con el mismo lobo hablando
acerca de la música, para luego adentrarse en el estándar de la canción. I got
all you need de Willie Dixon suena clásica y fresca al mismo tiempo. Lonely
Town Lonely Street de Bill Withers y la genialmente reestructurada versión para
New Coat of Paint, original de Tom Waits, son el resto de reversiones que el
álbum nos ofrece.
El corte homónimo es perfecto. La emotividad melódica de
Driving Towards the Daylight es encantadora, funcionó muy bien como inicio del
trabajo promocional del disco del mismo nombre. El fantasma de Gary Moore
merodea con fuerza en el slow blues A Place in my heart. Esta canción no hace
más que ser la aserción a la tesis expuesta anteriormente.
Las teclas del Hammond B3 sin duda tienen un rol muy
importante en Driving Towards the Daylight, creando una plataforma o caminando
junto a los artificios de la guitarra. Sin duda que cierta parte del crédito
del gran logro conseguido en Heavenly Soul sea gracias al B3 y también al
incesante matiz armónico de las cuerdas. Otra canción bastante notable es
Somewhere Trouble Don’t Go, su sonido modernoso es cautivante.
Driving Towards the Daylight es un gran disco, que contiene
algunas excelentes canciones y sigue la línea de sus predecesores. Sin embargo
no supera a sus hermanos mayores en la progenie discográfica. No ha existido
mayor dinámica en términos de calidad en los últimos lanzamientos de Joe, pero
ojo que esto no es mayormente desventajoso. Todos los últimos lanzamientos del
treintañero guitarrista han sido de una tremenda factura, no obstante, no son
el álbum cinco estrellas que por lógica se podría esperar de Joe Bonamassa. La
espera deberá continuar, pero por el momento podemos disfrutar de tremendos
álbumes como este Driving Toward the Daylight. Blues Rock al por mayor.
Lista de canciones
01. Dislocated Boy (6:40)
02. Stones
in My Passway (3:58)
03. Driving
Towards the Daylight (4:50)
04. Who's Been Talking (3:28)
05. I Got
All You Need (3:04)
06. A Place
in My Heart (6:48)
07. Lonely
Town Lonely Street (7:08)
08.
Heavenly Soul (5:55)
09. New
Coat of Paint (4:06)
10.
Somewhere Trouble Dont Go (4:59)
11. Too
Much Aint Enough Love (with Jimmy Barnes) (5:37)
Fuente: http://www.absentamusical.com/
Y el nuevo Heroe de la Guitarra pasó por Buenos Aires...
Como casi ningún instrumento, la guitarra eléctrica propone
la utopía de que no existe límite que no se pueda traspasar. No sólo por toda
la serie de recursos técnicos que ha ido sumando a lo largo del tiempo
(pedales, wah-wah, micrófonos internos), sino también desde una perspectiva si
se quiere ideológica y que se resume en una figura que ha llegado incluso a la
Play Station: el guitar hero, o sea ese prócer musical capaz de salir
triunfante del desafío de encontrar nuevos e increíbles sonidos.
Es el protagonista de esos duelos de destrezas, velocidad e
imaginación que retrata, por ejemplo, la película Encrucijada. Un guitarrista,
según esta mitología, nunca renuncia al centro de la escena. A esta especie
pertenece Joe Bonamassa que, desde una reformulación heavy metal del blues,
hizo de su recital ante un Coliseo repleto un despliegue abrumador de un
catálogo inagotable de formas de caminar o correr sobre las cuerdas.
A esa estirpe de protagonistas de la guitarra pertenece este
neoyorquino cercano a la cuarentena que jamás se quita los anteojos oscuros.
Tómalo o déjalo. O se pertenece a la legión de fieles (la mayoría de los cuales
sigue cada tema moviendo la cabeza hacia adelante en señal de acompañamiento y
al mismo tiempo de aprobación) o uno se queda irremediablemente afuera. Aunque
Bonamassa ejecute proezas difíciles sobre las cuerdas, su música carece de
complejidad. La atracción, el valor casi exclusivo del show son sus dedos, su
instrumento, de vez en cuando algún gesto como los cuernitos o la convocatoria
casi innecesaria al entusiasmo, con el que cuenta desde el mismo inicio.
Entonces todo transcurre como un torbellino de notas, riffs,
ritmos cortados, donde hay poco lugar para los remansos. Que suelen aparecer en
el comienzo de los temas para irse enfureciendo y acelerando a lo largo de la
interpretación. Hay una breve alusión a Tears from Heaven, de Eric Clapton, con
quien alguna vez tocó Bonamassa. Pero, a diferencia del mítico fundador de
Cream, no le da descanso a la guitarra, como si siempre le estuviera exigiendo
más en un combate donde siempre el intérprete termina por imponer su voluntad.
Si hubiera que buscarle un símil, se podría decir que Bonamassa es como un Van
Halen del blues.
El grupo que lo acompaña provee como una especie de telón
sonoro para que se escuche la guitarra, no hay solos con excepción de lo que
cede al baterista Tal Bergman, que toca con unos guantes negros de vivos
blancos que de lejos parecen de cuero. Y lo hace con tal intensidad, que en un
par de oportunidades se desprenden los platillos y debe entrar de urgencia un
asistente a ajustarlos. Pero se ve que Bonamassa lo considera su compañero de
aventuras ideal, porque alza su copa de agua mineral para celebrar su solo en
el segundo de los bises, en el que aparecen alusiones a Perro negrode Led
Zeppelín. Como antes las hubo a Miles Davis (de su época jazzrock), a B.B.King
o a Buddy Guy, aunque es evidente que Bonamassa busca transitar otros caminos.
Al cantar, cuando el sonido no abruma, muestra una voz
cálida, un poco roñosa, algo sentimental, pero que no alcanza a pesar en la
propuesta general que es básicamente instrumental. Y allí, sale victorioso del
desafío de mostrarle a todos que, antes que otra cosa, Joe Bonamassa aspira a
ser un héroe de la guitarra.
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