La expresión de Nina Simone sentada frente al piano era de
seriedad intimidatoria. Su belleza física escapaba de las proporciones áureas:
tenía nariz ancha, ojos tristes, boca grande… La voz, de madera noble, sigue
resonando profunda y felina, rodeada de un halo religioso, entre el desengaño y
la fe.
Mezclaba su estricta educación clásica con composiciones
agridulces, un registro grave bien utilizado y un carácter que le dio fama de
altiva.
De bebé, durante las ceremonias eclesiásticas, Eunice
seguía el ritmo de los himnos y pronto se empezó a hablar de la pequeña como de
un milagro. Con dos años y medio tocó en el órgano de la casa familiar el himno
God Be with You Till We Meet Again: “Lo aprendí de memoria. Mis padres se
arrodillaron cuando me vieron tocar algo que claramente nadie me había
enseñado”.
A los cuatro años abría los oficios del domingo con su
música. La llamaban “el pequeño prodigio” y los fieles incluso recorrían cerca
de 100 kilómetros para acudir a la Iglesia Metodista de Tryon. La madre de
Eunice la advertía de que el don se lo debía a Dios y que no debía ser motivo
de orgullo personal.
Una de sus admiradoras era la Señora Miller, una mujer
blanca que urgió a los padres de la niña a que recibiera clases de piano con
Muriel Massinovitch, una profesora local. Miller se hizo cargo del pago durante
un año y la pianista la introdujo en la música clásica y le enseñó a escribir y
leer música. Eunice aprendía a gran velocidad y pronto se vio encaminada a ser
una gran intérprete de piano. Su profesora recaudó fondos para que la “niña
milagrosa” pudiera completar su educación musical en la prestigiosa escuela
Juilliard de Nueva York.
A los 17 años se marchó a la Gran Manzana, pasó el verano
en el conservatorio, con una disciplina casi militar y autoimpuesta: no hacía
amigos, no salía de su alojamiento -en casa de un predicador amigo de su madre-
más que para ir a la escuela, sólo tocaba el piano y se preparaba para el Curtis
Institute de Filadelfia. Era la única alumna negra del curso.
El examen de ingreso para el Curtis fue el momento de
inflexión. Toda su vida fue una niña modelo, que se había dejado llevar por el
destino lógico que le habían preparado: iba a ser la primera intérprete negra
de una orquesta, no había plan B. Sin embargo, algo pasó en la prueba. Nina
Simone nunca mencionó lo que sucedió aquel día frente al jurado de blancos que
la evaluaron en 1950, en plena vorágine de segregación racial. La rechazaron.
Ella ni siquiera había tenido en cuenta la posibilidad. Su vida quedó hecha
pedazos e incluso consideró dejar la música. La tristeza dio paso a la ira: un
jurado no iba a decidir su triunfo como intérprete.
La transformación de Eunice en Nina Simone sucedió en
Atlantic City, la ciudad del estado de Nueva Jersey famosa por sus casinos.
Consiguió unos bolos tocando en un tugurio. El dueño del local le exigió cantar
si quería el trabajo. Simone cantó por primera vez, mezclando clásicos de
blues, gospel e himnos con sus conocimientos académicos, con el pelo recogido
en un moño y ataviada con un elegante vestido más propio de un recital clásico.
Cada dos horas tenía 15 minutos de descanso en los que bebía un vaso de leche.
Se puso Nina Simone para que su madre no se enterara de
que andaba en bares de mala muerte tocando “música del diablo”. Nina viene de
Niña, como la llamó cariñosamente un fugaz amante hispano del que poco se sabe.
El apellido, Simone, fue en honor de la actriz francesa Simone Signoret, a la
que admiraba la joven Eunice.
Su versión de I Loves You Porgy, de la ópera de George
Gershwin Porgy and Bess (1935) fue su primera y única incursión en el Top 40 de
Estados Unidos. Le seguirían versiones que en su voz parecían las originales:
My baby just cares for me, I put a spell on you, Feeling good…
Publicó con Bethlehem Records su primer disco (Little
Girl Blue) en 1958 y la estafaron. Firmó un contrato cediendo todos los
derechos de las canciones a cambio de un cheque de 3.000 dólares. Perdió más de
un millón en royalties. La experiencia le sirvió para ser inflexible ante casas
discográficas y los promotores: lo discutía todo, nunca se comprometía e
incluso acudía a la intimidación física en las negociaciones si era necesario.
Tras un matrimonio fallido en la juventud, se casó con
Andy Strout, policía e investigador que se retiró para ser su mánager. Ella se
sintió atraída por la seguridad en sí mismo que desprendía aquel hombre de piel
muy clara para ser negro, que llevaba un colgante de plata con el continente
africano. De la unión nació Lisa Celeste Strout (ahora cantante y actriz) en
1962. El matrimonio duró 10 años, la mayoría de ellos amargos. Andy hacía
firmar a Nina contratos con demasiados conciertos. Ella decía estar cansada y
él la acusaba de no parar de gastar. Nina buscó en el alcohol la anestesia de
su infelicidad.
Desde el primer disco incluyó temas de inspiración
africana y en el momento más candente de la lucha por los Derechos Civiles
compuso varias canciones defendiendo públicamente la causa. La primera fue en
1964, Mississippi Goddam estaba inspirada en el asesinato de Medgar Evers, un
destacado activista que luchó contra la segregación. El suceso se unió a la
explosión de una bomba en una iglesia de Alabama que mató a cuatro niñas
negras: “Mississippi Goddam es una canción profética. Creo que Estados Unidos
va a morir. ¿La matarán o se suicidará? C’est la même chose!”, declaró en una
entrevista en 1997.
Tras huir a las islas Barbados sin decir nada a nadie,
volvió y se divorció en 1972 de Strout. Regresó a Barbados para refugiarse de
los problemas fiscales y sentimentales que la asediaban y tuvo un romance con
el portero de un hotel que no sabía quién era Nina Simone. Cuando ella, después
de un tiempo, se lo confesó, él no la creyó. Para demostrar que era famosa, se
dirigió a la residencia del Primer Ministro de las Barbados, Errol Barrow, que
la recibió con honores. Pronto Nina había conquistado al político y
multimillonario, unos años mayor que ella y casado. La relación duró dos años y
terminó cuando Simone vio que no había manera de que Barrow dejara a su esposa.
Desde los años setenta no volvió a vivir en Estados
Unidos. Pasó una temporada en Liberia atraída por el país de sus ancestros y
lejana a la realidad de un país pobre y corrupto. Vivió también en Ginebra
(Suiza), donde parece que se obsesionó con los chequeos médicos y cometió
muchas locuras. Nina Simone no sabía a dónde ir para sentirse acogida, en paz y
querida. Hacía muchos años que había dejado de llevar bien la soledad.
Se mudó al sur de Francia, cerca de Marsella, en el año
2000. La diva había adquirido mala fama en la zona. Los vecinos la acusaban de
montar escándalos por cualquier tontería. Su vida musical había sobrevivido a
sus taras emocionales y seguía siendo una artista respetable cuando murió
en Carry-le-Rouet tres años después,
mientras dormía, por un cáncer de pecho que no se trató. En sus memorias,
publicadas a principios de los años noventa confesó: “Todos estos años he
recibido muy poco amor (…). Me obsesiona, sobre todo por las noches, cuando
estoy sola”.